La copa tradicional para el consumo de Brandy de Jerez es la característica “copa balón”, de amplio cáliz ligeramente cerrado y tallo muy corto. Con una forma abombada que parece haber sido diseñada para que la mano abrace la copa y su contenido. Es importante evitar las copas de este tipo que sean demasiado pequeñas, aunque tampoco son ideales las excesivamente grandes, por lo que recomendamos un contenido aproximado de entre 500 y 750 cl., que nunca debe de llenarse más allá de una quinta parte de su capacidad. Ello nos permitirá mover libremente el brandy por las pareces de la copa, que deben ser de un cristal lo más fino y transparente posible. Tradicionalmente, el límite para el servicio de este tipo de copa lo marca el hecho de que pueda colocarse horizontalmente en la mesa sin que el brandy se derrame.
Este tipo de copa crea una gran superficie de evaporación, y favorece el mantenimiento de una temperatura relativamente alta, al estar el brandy permanentemente “abrazado” por la mano del consumidor. En consecuencia, favorece una expresión intensa de los aromas del brandy, especialmente de los componentes más volátiles, como el propio alcohol.
Si preferimos disfrutar de nuestro Brandy de Jerez a temperatura algo más baja y apreciando los distintos matices aromáticos de forma más sutil, la copa ideal sería aquella con un tallo algo más largo, de forma que pudiera sostenerse sin que nuestra mano tocara el cáliz. Este debería de tener una forma un poco más alargada (tipo catavinos) y preferentemente acabado en su abertura superior con una ligera forma de tulipa.
Naturalmente, el disfrute del Brandy de Jerez debe ajustarse a los gustos del consumidor. Tradicionalmente, el uso de la copa balón se ha asociado a una temperatura cercana a los veinte grados, pues la propia forma de la copa favorece el contacto con la mano y por tanto el mantenimiento de una cierta temperatura. Desde luego desaconsejamos totalmente la antigua costumbre de calentar el brandy mediante pequeños dispositivos de llama o incluso calentando previamente la copa. Esta práctica provoca una descomposición del equilibrio aromático del brandy, al favorecer la evaporación de sus componentes más volátiles e intensificar la sensación alcohólica.
Nuestra recomendación en todo caso es servir el Brandy de Jerez entre 10 y como máximo 15 grados centígrados (50 – 59º F), de modo que la apreciación de sus distintos matices aromáticos y gustativos se produzca de forma armónica. A una temperatura de unos 12º C, y ayudado por un movimiento suave de la copa, el brandy va desplegando todos sus aromas, desde los más volátiles hasta los más sutiles. Posteriormente, tras una entrada suave y amable en boca, irá ganando temperatura para dejarnos una sensación cálida –pero no ardiente– y una expresión de gran intensidad que perdurará en el retrogusto.
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